1958
Mi viejo vivía tan en el mundo de las letras, libros y fantasía que lo primero que me regaló fue una carta (que todavía guardo) el día que nací.
Bibliotecario, profe, melómano, acumulador serial, cat lover y eterno curioso; siempre se aferró a lo único que importa: esa especie de carpe diem cotidiano que paradójicamente le da sentido de continuidad a todo lo que hacemos.
Y se fue dejando muchísimo más de lo que le fue dado, o sea que a su paso transformó el pequeño espacio que habitamos en un mundo inmensamente mejor.
Toda la gente que me quiere, aunque no lo sepa, lo está queriendo a él.
Por moldear en mi valores, pasión, empuje. Y sobretodo por el amor a la música desde siempre, poniendo con auriculares la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler en la panza de mi mamá, cuando yo no había respirado el mundo todavía (aunque esa melancolía temprana te la regalo, eso sí).
Ah, y era de capri.
Tal vez simplemente eso explique su esencia compleja y maravillosa.
Tan simple, real y conmovedor. Te amo Guido
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