Tres contactos estrechos

1) La mirada alienígena gatuna 

Lxs gatxs tienen entre sus miles de dones uno específico que me fascina. Y es que te miran todo el tiempo. Te miran bien de frente y hacen del contacto visual casi un arma. También miran de reojo, claro, porque nunca no están mirando. Incluso dormitan sin dejar de mirar. Y si se duermen tardan centésimas de segundos en saltar para cualquier lado, abrir los ojos y en un instante tener controlado todo el campo visual. 

Por supuesto que la ciencia podrá atribuir todo esto a su condición de depredadorxs o a su impronta felina. Pero yo creo que representa algo mucho más profundo. Como una conexión que sólo se puede dar desde ese intercambio sensorial. Y la mirada, bueno ¿existe algo más cómplice y profundo que una buena mirada en sincro con otrx?  Incluso la de desaprobación, de hartazgo, de extasis, de alegría o tristeza, son todos encuentros visuales que necesitan demasiada explicación verbal para lo que en realidad se da a entender en un segundo. Y lxs gatxs nos entregan su mirada toda la vida con una transparencia que podríamos estar una eternidad buscando en gente de nuestra propia raza. 

¿A cuánta gente nos atrevemos a mirar así, o por cuánta nos dejamos mirar así? Obvio que es más enternecedor mirar animales que humanxs, siendo estos segundos totalmente detestables respecto a las mascotas claro; pero el punto sería con cuanta gente -incluyendo la más cercana- podemos sostener una mirada fija y profunda solo por el hecho de vernos, entendernos. Yo creo que esa mirada fija, quasi de alien, que te clavan cuando se te acuestan en el pecho es una lección de vida y entrega para aplicar a nuestras relaciones humanas. Incluso para aplicar en el espejo y ante la temida mirada propia. 

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2) La música y la fila

La música tiene el don maquiavélico y desolador de ser lo único que nos hace 100% felices todo el tiempo, y para siempre. Y eso, sorry not sorry, no tiene ninguna competencia terrenal. Lo siento amor, lo siento odio, lo siento paisajes, lo siento salir campeonxs, lo siento cuarta pinta de Ipa, lo siento Tarantino, lo siento biblioteca, lo siento sexo, lo siento playa. Ustedes y sus miles de etcéteras -que nos hacen tan bien o mal en la vida- están en una fila sin orden determinado pero con una clara poseedora del número uno del talonario. Música te amo también porque gracias a vos todo lo demás antes enumerado cobra mayor sentido. ¿O acaso se imaginan lo horrendo que sería cualquier cosa de la lista sin música? 

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3) La gente que qu(hiere)

Hay un problema en los extremos del amor. La intelectualización absurda o la irracionalidad ciega con la que ciertas personas brindan amor es igual de tóxica. El problema es que hay un total convencimiento de que dar amor intensamente y por siempre es una meta, o un eventual logro. Y eso es tan irreal que hace falta toda nuestra energía para sostenerlo. (Aclaro: me estoy refiriendo al amor como concepto y no en una forma única; leáse pareja, familia, credo, amigxs, idolxs, platónicxs, mascotas, etcs).

Yo no quiero que nadie me quiera más que a nada ni nadie en el mundo. Es un montón. Y un lugar de distancia absoluta con la paridad. Tampoco quiero que alguien me quiera desde el idealismo que genera la irrealidad de una red, o desde la obsesión por el objeto que todxs somos. La gente que quiere desmedidamente está a una consonante de la que hiere, y en general esa delgada línea, que parece soñada al principio, se convierte en una pesadilla. Mirar para atrás y ver lo tóxicas que fueron las personas que más nos quisieron es un despertar bastante abrumador. Y yo creo que tiene que ver con el concepto impuesto y vetusto de que amar es dar todo y esperar todo del otrx, casi como si amar fuera vaciarse; cuando para mi es absolutamente lo opuesto, es partir de un vacío para ser algo incierto, con mil signos de pregunta y con la única certeza de que en esa construcción somos piezas que se nutren y se transforman. Si, soy re idealista. Forever alone, obvio. 



Ph. Jess Cópola




Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Lo pedis, lo tenes:

    1) Aguanten los perros. Y aguanten las miradas (y el valor de sostenerlas. No es para cualquiera)

    2) La música es todo. Punto (así de una)

    3) Amar no es meta ni logro. Es nada más y nada menos que un sentimiento. Que puede estar, irse, volver, irse, transformarse, etcéteras.

    Amor como objeto: basta de psicoanálisis.

    Duda: si existió toxicidad, en cualquier tipo de vínculo, existió espejo? (Acá aguante el psicoanálisis)

    Vacíos estamos siempre, con o sin amor, alguna parte tiene que quedar vacía. Es necesario para darle lugar al deseo.

    No te quiero amigo. Besos

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  3. Es imposible para mi pensar en el “amor” y no repasar todos los neurotransmisores y reacciones químicas y eléctricas que suceden en el cerebro cuando lo sentimos. Y a la vez saber con certeza científica que amamos lo que conocimos en la niñez, amamos aquello que nos hizo felices de niños. Porque lo que vivimos de adultos es tratar de resentir esos recuerdos (re-cordis, volver a pasar por el corazón) de la infancia.

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  4. Hola, qué bueno leerte :)

    Tu texto sobre los ojos gatunos me hizo recordar un poema hermoso y triste de Juan L. Ortiz, “Diana”. Ahí el poeta habla sobre el vínculo con su gata que se está despidiendo de este plano. Y también menciona los ojos sesgados “húmedos casi de una inteligencia casi humana”.
    Si podes léelo es muy lindo y gracias por traerlo a mi cabeza de nuevo, cada tanto vuelvo a ese poema.

    Coincido que la mirada de los gatos es particularmente llamativa, pero también encontré algo de esos ojos en otros animales. Creo que la pureza, no?
    Entenderlos verdaderamente como pares no es parte de nuestra cosmovisión, pero sí de otras cosmovisiones amerindias. Y está bueno hacer el trabajo de empezar a pensarlos así, al fin y al cabo todas las especies compartimos el mismo planeta.

    Que sigas escribiendo y expresándote Guido,
    un beso.

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